viernes, 30 de diciembre de 2011

Capítulo 2. El respeto es mi religión.

Capítulo 2. El respeto es mi religión.










Capítulo 2: El respeto es mi religión.

La clase estaba revuelta como siempre. Los unos hablando con los otros y los otros hablando con los unos. Estaba a punto de empezar la primera clase del día, con Doña Carmen, aquella mujer tan seria la cual le había parecido maja a Clarissa.

Roberto seguía una semana más con la misma historia, su encuentro con Rebeca. Sus amigos parecía que aunque se los hubiera contado mil veces al día, seguían interesándose por aquel encuentro.

Doña Carmen llegó a clase y todo el mundo guardó silencio. Parecía que su sola presencia imponía. Aquel día llevaba un vestido largo marrón de manga corta de cuello alto. Se quedó mirando fijamente a una joven.

–Señorita, ¿qué es eso que lleva en la cabeza?–preguntó a la joven señalándole la cabeza.
–Es un hiyab–dijo la chica musulmana.
–No está permitido llevar ningún tipo de artilugio en la cabeza–dijo seriamente. –Quíteselo ahora mismo, señorita.
–Pero…
–Si no me obedece será expulsada de clase–se quedó callada un momento–aunque creo que no le importará demasiado, ya ha estado dos semanas expulsada nada más empezar las clases…–hizo una mueca.
–Pero isto formar parte de mi religión.
–Esto forma…–le corrigió secamente.
–Isto forma–dijo la joven.
–Por favor, quíteselo ahora mismo-ordenó doña Carmen con autoridad.
-Es mi religión…–volvió a decir la joven.
–Al despacho del director ahora mismo. Queda expulsada otras dos semanas por desobediencia. No está permitido llevar nada en la cabeza.
–Pero….
–Inmediatamente–ordenó doña Carmen y se puso a escribir en la pizarra. –Nosotros seguimos con nuestra clase.
La joven musulmana salió de clase con la cabeza gacha y con paso enlentecido.

–¿Sigues pensando que doña Carmen es tan maja? –Susurró Paula a su nueva amiga.
–Para nada. Ahora pienso que es una víbora en el cuerpo de una mujer. –Susurró Clarissa.
–No quiero oír ningún murmullo–gritó doña Carmen mientras seguía escribiendo en la pizarra.
La clase acabó y se armó un gran revuelo cuando la profesora se marchó.
–¡No es justo!–se quejó Clarissa poniéndose en pie. –Esa mujer es una racista…
–¡Lo injusto es que no nos respete Nadima! Si está en nuestro país que respete nuestras normas–dijo una joven de piel clara.
–Perdona Carla, ¿pero qué es lo que te molesta a ti de que Nadima lleve un hiyab?–preguntó Paula acercándose a ella y cruzándose de brazos.
–¡Pues mucho! ¿No lo ves? Me parece bien que vengan aquí en busca de trabajo, aunque aquí no haya ni para los nuestros… ¡Pero que respeten nuestras normas! Si quitan de los colegios públicos la cruz de las clases… no pueden venir ellos aquí a intentar implantarnos su religión.

Ángel se levantó de su asiento y también se acercó.
–Es que no todos somos de tu religión, Carla. Y tampoco todos somos de alguna religión. Tú–señalándola con el dedo índice–eres la que no respetas a los demás.
–¿Pero quién te has creído que eres?–Carla se levantó de su asiento. –Mira chavalito, crece, y luego hablamos.
–Oye, con él no te metas, que te meto…–gruñó Paula.
Roberto se acercó con aires de superioridad.
–Por una vez estoy de acuerdo con Carla. Si esa chica no quiere cumplir las normas, pues que se vaya a otro instituto.
–¡Vienen a nuestro país y encima nosotros les tenemos que poner normas absurdas! ¿No os dais cuenta? Ella lleva el hiyab en el pelo, no en toda la clase… Es lo mismo que tú Carla, si quieres llevar una cruz en tu cuello, nadie te lo prohíbe, ¿verdad? –Clarissa estaba de mal humor ante aquella situación.
–¡Faltaría más! –dijo sujetándose una cruz que llevaba en el cuello y dándole un beso. –Lo llevo yo en mi cuerpo, ¿por qué me lo iban a quitar? ¡No es lo mismo! –Exclamó acalorada.
–Claro que es lo mismo. Ella lo lleva en el pelo–repitió Clarissa.
–Mira nueva, has llegado, y estás intentando revolucionar la clase a tu antojo. Existen unas normas y están para cumplirlas. Ningún estudiante puede llevar nada en la cabeza… No se las normas del instituto de donde vinieras, pero estás son así–Roberto se enfrentó a Clarissa sin dejar de mirarla con superioridad.
–En serio… Me dais pena…–suspiró Ángel.
–Ella viene de un país diferente, no sabe mucho de nuestro idioma, y nosotros le impedimos que lo aprenda con expulsiones solo por llevar un pañuelo en la cabeza… ¿Cómo nos sentiríamos nosotros en su lugar? –Suspiró Clarissa. –No sabéis lo que es sentirse diferente, que la gente os mire raro por no ser como ellos, que te traten de otra forma…–unas lágrimas cayeron por sus mejillas. Se las secó con una mano y salió corriendo de clase.

Por fin las clases habían terminado aquella mañana. La profesora se marchó, pero Clarissa y Paula fueron rápidamente al principio de la clase para hablar con sus compañeros. Esperaron a que estos aguardaran silencio para poder comenzar a hablar.
–Queremos aviaros, que hemos decidido, nosotras y otros compañeros de clase, que mañana nos pondremos un pañuelo en la cabeza en protesta por lo de Nadima de esta mañana–dijo Paula con una sonrisa. –Así que aquellos que queráis mostrar su apoyo, ya seáis hombres o mujeres, hacedlo también, muchas gracias.

Ambas se marcharon y todo el mundo empezó a dispersarse.
Carla se acercó al baño del instituto antes de irse a clase. Tras salir del servicio, se lavó las manos. Cogió un trozo de papel para secarse, cuando escuchó algo en otro de los servicios. Parecía un llanto. Cuando vio que aquella persona iba a salir, se escondió en otro de los servicios, y desde allí vio a escondidas, de quien se trataba: era Nadima.

Al día siguiente tenían clase a primera hora con doña Carmen. Cuando esta entró con sus particulares ropas oscuras miró fijamente a sus alumnos.
–¿Qué es esto? –dijo seriamente y enfadada.
Nadie respondió.
–¡Quítense esos pañuelos de las cabezas ahora mismo!

Unos doce alumnos, entre chicos y chicas, llevaban pañuelos en sus cabezas. El resto no llevaba nada.
–¿De quién ha sido esta “maravillosa” idea? –preguntó la profesora.
–Mía, doña Carmen–se levantó Clarissa.
–Y mía también–se levantó Paula.
–Pues vais a estar expulsadas de clase–sonrió con sarcasmo. –¿A que ahora no pensáis en poneros esas cosas en la cabeza? Aprended de vuestra compañera Carla–dijo señalando a la joven.
–Gracias profesora–se levantó de su asiento y miró hacia Clarissa y Paula. –Paula, mientras tú y tu amiga Clarissa les decíais a nuestros compañeros de clase lo del pañuelo, yo emplee toda mi tarde en algo más productivo.
–¿Ah, sí? ¿Y en qué? –se levantó Ángel.
–En convocar para las 9 menos cuarto, o sea, dentro de 5 minutos, una reunión de todo el instituto en el patio. –Cogió un pañuelo de su mochila y se lo colocó en la cabeza –para defender a nuestra compañera Nadima, que por cierto, eso significa Nadima. –dijo con una amplia sonrisa y se acercó a los tres. –¿Bajamos? –miró a Clarissa
–¡Bajamos! –sonrió esta.

Más de 300 personas se encontraban sentadas en el patio del instituto San Damián. Todas ellas llevaban consigo pañuelos en la cabeza. A las nueve en punto todo el mundo empezó a exclamar lo mismo: ¡El respeto es mi religión, el respeto es mi religión! Todos al mismo son.

Roberto y otros compañeros se quedaron en clase con doña Carmen tomando apuntes.



3 comentarios:

  1. Hola!!! Llegué hasta aqui, conocí el blog y la verdad que admiro como escribes. Tiene muy buena pinta la historia, así que la seguiré.
    Una pregunta... ¿Tienes la historia ya cerrada? Es decir..ya tienes princiio, trama y final hecho y pensado o la vas haciendo sobre la marcha?? Vendré por aqui a ver que pasa con la reunión y el tema de Nadima!!

    Un saludo y suerte en los premios, que si no es este año , será al siguiente!!
    Un saludo!!

    Xipo "En el mundo perdido" - Participante en la categoría de "viajes"

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    1. sí, todas las tramas no las tengo pensadas, pero el final sí. jeje.
      Muchas gracias!!!

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  2. Hola Karen, vengo desde el foroblog.

    Me gusta lo que escribes, texto y tema.
    El respeto es fundamental para la convivencia.

    Ahora me voy a dar una vueltecita por el blog.

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