martes, 15 de enero de 2013

Capítulo 4: El querer no ocupa lugar.

Capítulo 4. El querer no ocupa lugar.




 


Clarissa, Ángel y Paula, se encontraban en la casa de esta última sentados en su cama. En ella había varias bolsas de palomitas y pipas, y un plato donde echaban las cáscaras.
Reían a carcajadas y hablaban de diversos temas. Era viernes y habían decidido pasar así la noche.

–Esto me recuerda a los viejos tiempo…–sonrió Paula.
–Es verdad…que tiempos aquellos–dijo Ángel.
Clarissa se encogió de hombros.
–Nuestros tiempos juveniles. Este, Irene y yo.
–¿Irene la de la clase? –preguntó Clarissa sorprendida al mismo tiempo que intentaba meterse sin éxito una pipa en la boca. La pipa cayó en la cama. Ella estaba intentando asimilar el tema de Irene.
Ángel y Paula se miraron y después miraron a Clarissa. Afirmaron con la cabeza.
–De pequeños éramos un trío inseparable–Paula esbozó una sonrisa recordando viejos tiempos.
–Pero si no se parece en nada a vosotros…–negó Clarissa introduciendo varias palomitas en su boca.
–Ya ves… la gente puede llegar a cambiar y mucho de la noche a la mañana….–dijo una Paula enfadada.
–A veces las personas pueden tener dos caras…–sentenció él.
–¿Dos…caras? –preguntó Clarissa.
–La verdad es que me hizo mucho daño… La consideré mi amiga, pero al parecer no era mutuo…
–Vaya…lo siento…–dijo cogiendo un nuevo puñado de pipas. –¿Y puedo preguntar qué sucedió?
–Claro, no hay inconveniente. Resulta que ella y yo éramos íntimas, inseparables. Íbamos a todos los sitios juntos, nos contábamos todo…
–Bueno, todo no os lo contabais…Casi todo.
–Ese es el ”quiz” de la cuestión. Yo un día iba con una chica con la que había quedado…Mi primera cita. Se llamaba María. Tan mona ella…–suspiró recordándola. –Aquel día nos dimos nuestro primer beso sentadas en un banco en el parque, mientras el sol impregnaba brillante el cielo, dándonos su luz y calor… –dijo poniendo voz nostálgica intencionadamente.
–Vamos, lo que quiere decir es que se sentaron en un banco que resultó estar recién pintando, y hacía un frío del carajo –contó Ángel para que Clarissa supiera la verdad de los hechos.
–Bueno, no me quites mis ilusiones… Fue mi primer beso, y me dio igual todo lo demás. –Cogió un puñado de palomitas y empezó a comérselas una a una. –A lo que iba, en ese momento, pasaba Irene con dos amigas más de clase y nos vio en pleno beso, y me trató como una mierda la muy zorra…–aplastó con rabia el resto de palomitas que habitaban en su mano.  –Me ignoró, cuando nos vieron me miró con mala cara y echaron a andar mientras murmuraban y reían. Me estaban insultando por ser homosexual. No se quienes eran sus amiguitas, pero ella las prefirió a ellas antes que a su amiga de toda la vida…

Clarissa abrazó con fuerza a Paula, la cual empezaba a llorar de impotencia. Poco después Clarissa se unió a esas lágrimas.
Ángel cogió el vació cuenco de palomitas, y les echó los piscos que habían quedado. Las dos amigas le miraron con mala cara, para después echarse los tres a reír abrazados con fuerza.

Al lunes siguiente caminaban ambas amigas hacia el instituto. Sus caras decían claramente las pocas ganas que tenían de asistir un día más a clase, pero que remedio, era lo que tocaba… Al fin de cuentas eso condicionaba su futuro.
Hablaban de diversos temas absurdos, normales para ser un lunes a las ocho y cuarto de la mañana. En ese instante pasó Irene junto con Roberto y se quedaron mirándoles, para luego seguir su camino.

–Es que no la aguanto… Desde ese día siempre me mira así de mal, como si fuera escoria…–Paula entristeció. –¿Qué más le dará si me gustan los hombres o las mujeres?
–Pero pasa de ella… No sirve de nada que reacciones así, no merece la pena. Si dejó de hablarte por ser homosexual, no merece la pena que lo pases mal por su culpa.
–Bueno, no exactamente dejó de hablarme… El lunes de la siguiente semana, cuando llegué a clase, todo el mundo ya se había enterado. La pizarra estaba llena de insultos contra mí, y mi mesa también…
–¿Qué? Esa tía es peor de lo que creía…
–Lose… ¿Me lo vas a decir a mí? No puedo con ella. La culpa es de sus padres, que la han inculcado unos valores inmorales, donde hay que ir todos los domingos a misa, rezar todos los días, y los hombres y mujeres deben procrear juntos, cualquier otra forma de creencia o de amor es una injuria para ellos… Y claro, para Irene también.
–Ella fue una de las que se quedó en clase cuando lo de Nadima, ¿verdad?
–Pues claro… Eso no se duda…
–Es que no lo puedo comprender… Cada cual puede creer en lo que quiera, o directamente no tener ninguna religión. Somos libres, siempre y cuando no atentemos contra otras personas. ¿Dónde queda el respeto?
–El querer no ocupa lugar. –Dijo una voz familiar tras de ellas y se dieron la vuelta.
–Buenas Ángel –saludó Paula con una sonrisa.
–Muy buenas Angelito.
–Ay… no me llames así Clarissa. Me repatea.
–¡Vale, vale! ¿Preparado para una nueva semana?
–Buff, voy con una ilusión alucinante –ironizó el joven Ángel.
–Y bueno, ¿cómo tú diciendo que el querer no ocupa lugar? ¿Hay alguien que te gusta, pillín?  –preguntó Paula dándole un codazo.
–¿Eh? No, bueno yo… Bueno venga chicas vamos para clase. –Dijo adelantándose.
–¿Y a este que le pasa? –preguntó Paula sin comprender.
–A saber…–dijo Clarissa con media sonrisa para mostrar que lo sabía pero no iba a decirle la verdad.

Paula y Clarissa llegaron a clase. Al entrar encontraron a todos alrededor de la mesa de Paula. Un mal presagio tuvo la chica… ¿Alguna pintada sobre sus gustos sexuales como años atrás? Se acercó lentamente y con nerviosismo. Suspiró aliviada. Se trataba de una pequeña carta. Cuando entre Ángel y Clarissa hubieron apartado a todos aquellos que se encontraban alrededor de la mesa, se acercaron a ella para saber de qué se trataba.
–¿De quién es? ¿Qué dice? –preguntó Ángel intrigado.
–Es un anónimo.
–¿Alguien se atrevió a amenazarte? –inquirió Clarissa con enojo.
–No, no. No os preocupéis. Al parecer tengo un admirador secreto… O mejor dicho, admiradora –sonrió pícaramente y feliz.
La nota dictaba así:

Hola, bella Paula, soy tu admiradora secreta.
Me encanta el color de tus ojos, el aroma de tu piel,
mas sobre me gustas tú

Siempre tuya:
 Tu admiradora secreta.


miércoles, 14 de noviembre de 2012

Remontando Yo Soy Clarissa

Yo Soy Clarissa, se quedó aparcado, pero no en el olvido. Así que está vez ha vuelto, pero para quedarse.

En los próximos días continuarán los nuevos capítulos.

Mientras tanto, espero que aquellos que todavía no lo hayáis leído, lo hagáis, y los que ya lo leísteis, si queréis, volver a recordar los capítulos.

Esta vuelta es definitiva, espero que sigáis disfrutando de la historia.

jueves, 26 de enero de 2012

Capítulo 3: La recaudación

Capítulo 3. La recaudación.






Clarissa llegó aquella mañana como de costumbre. Había mucho jaleo y se acercó a sus amigos a ver que sucedía.
–Hola, chicos, ¿por qué tanto alboroto? –dijo sentándose encima de la mesa.
–¿No lo sabes? –preguntó con cara de incredulidad Paula. Como respuesta Clarissa se encogió de hombros y luego negó con la cabeza. –Esta tarde hacemos una obra benéfica todo el instituto, y el dinero será destinado a Haití.
–Ah… Pues me parece muy bien.
–Sí, pero además, viene la actriz Rebeca Robles a recaudar fondos–dijo su amigo Ángel.
–Ah… Pues bien. Así recaudaremos más, ¿no?
–Ojalá la gente no lo hiciera porque viniera alguien famoso… De seguro, que ella recauda más que nosotros. –Protestó Paula.
–Bueno, pero aquí lo importante no es quien recaude más…–sonrió Clarissa.
–Ya, pero hay que reconocer, que el asunto tiene tela… Ella viene, y si firma una camiseta, son 9 euros por ejemplo…–se quejó Ángel. –Nosotros–señalándose a él y Paula–en el mercadillo benéfico no conseguiremos a penas nada…
–¿Pero no es todo bachiller? –inquirió Clarissa.
–Solo nuestro curso, y aquellos que nos hayamos apuntado. Nosotros dos tenemos un estándar, pero hay más gente –comentó Ángel. –¿No te has apuntado?
–No tenía ni idea, me acabo de enterar–se encogió de hombros.
–Se dijo a principios de curso, cuando tú todavía no te habrías incorporado.
–Bueno, vendré a echar un vistazo–sonrió. –Y a poner mi granito de arena comprando algo, por supuesto.
–Espero verte toda la tarde por aquí–dijo su amiga.
–Toda la tarde, va a ser imposible. Voy a acompañar a mi tía al médico.
–Pues después te esperamos aquí–dijo Ángel.

La mañana acabó haciéndose paso a la tarde.
Todo estaba ya montado. Muchos estantes distribuidos por las aulas. Diferentes artilugios para ser vendidos, todo estaba a punto.

La gente empezó a llegar, mientras esperaban a la llegada de Rebeca, algunos decidieron pasarse por algunos stands. Otros como Roberto, el cual también había montado con unos amigos un puesto, estaba ya en la cola a la espera de Rebeca.

–Están como posesos con la llegada de Rebeca…–comentó Ángel a Paula cuando le vendieron unos pendientes a una señora.
–Y que lo digas… Yo me voy comprar una camiseta con su firma, ¿y tú?
–¿En serio? –preguntó sorprendido.
–Sí, no le veo el problema… Además el dinero va para una buena causa.
Ángel se encogió de hombros.
–Bueno, quizá me compre algo también…. Viéndolo así…
–Además, reconozcámoslo, aunque nosotros no seamos unos fans eufóricos, conocerla molaría. Y está muy buena.
–Bueno, ahora si eso vamos, cuando Mónica nos releve.

Rebeca llegó al instituto San Damián: Monte Verde. Todo empezó a revolucionarse. La gente que estaba comprando en los puestos se apresuró rápidamente para ponerse en la cola. La joven tuvo que entrar por otro lugar para llegar al stand. Por fin llegó y se colocó.
A los diez minutos después, de estar por fin todo preparado, se dio paso a la apertura de su stand.
Algunos lloraban emocionados con la camiseta de su firma en la mano. Otros de los nervios no dejaban de morderse las uñas.
Por fin le tocó el turno a Roberto, ese tuno que llevaba mucho rato esperando.

–Hola. ¿Te acuerdas de mí? –dijo muy emocionado.
Ella se encogió de hombros.
–¡Hace unas semanas me encontré contigo! ¡Te dije que me siguieras y me seguiste literalmente!
–Ah… Pues hola de nuevo. ¿Qué tal todo majo?
–Bien, genial. Contigo aquí estupendamente… Todo el mundo está alucinado de que te conozco, bueno menos el trio repelente…
–¿El trío como?
–Repelente. El nerd, la boyera y la cuatro ojos cejuda.
–¿Me puedes decir que es lo que quieres? Hay mucha gente en la cola…–dijo seriamente.
–Siento si he dicho algo que no te haya gustado… rectifico, la lesbi.
Rebeca dibuja en su rostro una pequeña sonrisa.
–Bueno, me gustaría dos camisetas talla XL.
–Las XL son enormes…
–Pues la que veas que sea de mi talla, encanto.
La joven le dio dos camisetas.
–¿Algo más?
–Sí, 2 libros de tu serie firmados por ti. Dos videojuegos, y dos estuches tuyos.
–Ammm…–ella empezó a darle todo–son…80 euros. 18 las camisetas, 24 los libros, 30 los videojuegos y cuatro lo estuches.
Él se quedó pensativo y pagó el dinero, después se marchó tras la insistencia de la gente que había detrás.

Roberto se acercó ilusionado a sus amigos.
–¿Sabéis qué? ¿Sabéis qué?
Ellos negaron.
–¡Rebeca me ha cobrado 4 euros demás!
–¿Y te los ha devuelto? –preguntó una joven alta de pelo rubio.
–¡Que va! No le he dicho nada… Pobre…encima de que se ha confundido…–con cara ilusionado.

A las ocho de la tarde Rebeca se marchó. Antes de eso, comprobaron el dinero recaudado por ello: 5000 euros. Los profesores emocionados le dieron las gracias más de una vez hasta que esta hubo salido del recinto.

Los demás continuaron con lo suyo y siguieron vendiendo. A las ocho y medio o así llegó Clarissa y se acercó al puesto de sus amigos.
–¡Buenas! –dijo sonriendo.
Ambos amigos la miraron sorprendidos. Ella afirmó con la cabeza.
–No tenía que ir a acompañar al médico a mi tía. Fui al dentista… Me han puesto aparato de dientes.
–¡Que bien! –sonrió Ángel. –Yo hace unos años tuve uno, y se me quedaron unos dientes fantásticos.
–Yo creo que lo tendré que llevar bastante tiempo… Tengo los dientes fatal… Y ahora encima el aparato…–suspiró.
–Piensa en el futuro–sonrió Paula.
–Bueno, ¿nos compras algo? –preguntó Ángel.
–Estos pendientes están chulos, ¿cuánto cuestan?
–15, pero por ser tú, 10–dijo Ángel.
Clarissa le dio dos billetes de diez.
–Ellos necesitan más este dinero.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Capítulo 2. El respeto es mi religión.

Capítulo 2. El respeto es mi religión.










Capítulo 2: El respeto es mi religión.

La clase estaba revuelta como siempre. Los unos hablando con los otros y los otros hablando con los unos. Estaba a punto de empezar la primera clase del día, con Doña Carmen, aquella mujer tan seria la cual le había parecido maja a Clarissa.

Roberto seguía una semana más con la misma historia, su encuentro con Rebeca. Sus amigos parecía que aunque se los hubiera contado mil veces al día, seguían interesándose por aquel encuentro.

Doña Carmen llegó a clase y todo el mundo guardó silencio. Parecía que su sola presencia imponía. Aquel día llevaba un vestido largo marrón de manga corta de cuello alto. Se quedó mirando fijamente a una joven.

–Señorita, ¿qué es eso que lleva en la cabeza?–preguntó a la joven señalándole la cabeza.
–Es un hiyab–dijo la chica musulmana.
–No está permitido llevar ningún tipo de artilugio en la cabeza–dijo seriamente. –Quíteselo ahora mismo, señorita.
–Pero…
–Si no me obedece será expulsada de clase–se quedó callada un momento–aunque creo que no le importará demasiado, ya ha estado dos semanas expulsada nada más empezar las clases…–hizo una mueca.
–Pero isto formar parte de mi religión.
–Esto forma…–le corrigió secamente.
–Isto forma–dijo la joven.
–Por favor, quíteselo ahora mismo-ordenó doña Carmen con autoridad.
-Es mi religión…–volvió a decir la joven.
–Al despacho del director ahora mismo. Queda expulsada otras dos semanas por desobediencia. No está permitido llevar nada en la cabeza.
–Pero….
–Inmediatamente–ordenó doña Carmen y se puso a escribir en la pizarra. –Nosotros seguimos con nuestra clase.
La joven musulmana salió de clase con la cabeza gacha y con paso enlentecido.

–¿Sigues pensando que doña Carmen es tan maja? –Susurró Paula a su nueva amiga.
–Para nada. Ahora pienso que es una víbora en el cuerpo de una mujer. –Susurró Clarissa.
–No quiero oír ningún murmullo–gritó doña Carmen mientras seguía escribiendo en la pizarra.
La clase acabó y se armó un gran revuelo cuando la profesora se marchó.
–¡No es justo!–se quejó Clarissa poniéndose en pie. –Esa mujer es una racista…
–¡Lo injusto es que no nos respete Nadima! Si está en nuestro país que respete nuestras normas–dijo una joven de piel clara.
–Perdona Carla, ¿pero qué es lo que te molesta a ti de que Nadima lleve un hiyab?–preguntó Paula acercándose a ella y cruzándose de brazos.
–¡Pues mucho! ¿No lo ves? Me parece bien que vengan aquí en busca de trabajo, aunque aquí no haya ni para los nuestros… ¡Pero que respeten nuestras normas! Si quitan de los colegios públicos la cruz de las clases… no pueden venir ellos aquí a intentar implantarnos su religión.

Ángel se levantó de su asiento y también se acercó.
–Es que no todos somos de tu religión, Carla. Y tampoco todos somos de alguna religión. Tú–señalándola con el dedo índice–eres la que no respetas a los demás.
–¿Pero quién te has creído que eres?–Carla se levantó de su asiento. –Mira chavalito, crece, y luego hablamos.
–Oye, con él no te metas, que te meto…–gruñó Paula.
Roberto se acercó con aires de superioridad.
–Por una vez estoy de acuerdo con Carla. Si esa chica no quiere cumplir las normas, pues que se vaya a otro instituto.
–¡Vienen a nuestro país y encima nosotros les tenemos que poner normas absurdas! ¿No os dais cuenta? Ella lleva el hiyab en el pelo, no en toda la clase… Es lo mismo que tú Carla, si quieres llevar una cruz en tu cuello, nadie te lo prohíbe, ¿verdad? –Clarissa estaba de mal humor ante aquella situación.
–¡Faltaría más! –dijo sujetándose una cruz que llevaba en el cuello y dándole un beso. –Lo llevo yo en mi cuerpo, ¿por qué me lo iban a quitar? ¡No es lo mismo! –Exclamó acalorada.
–Claro que es lo mismo. Ella lo lleva en el pelo–repitió Clarissa.
–Mira nueva, has llegado, y estás intentando revolucionar la clase a tu antojo. Existen unas normas y están para cumplirlas. Ningún estudiante puede llevar nada en la cabeza… No se las normas del instituto de donde vinieras, pero estás son así–Roberto se enfrentó a Clarissa sin dejar de mirarla con superioridad.
–En serio… Me dais pena…–suspiró Ángel.
–Ella viene de un país diferente, no sabe mucho de nuestro idioma, y nosotros le impedimos que lo aprenda con expulsiones solo por llevar un pañuelo en la cabeza… ¿Cómo nos sentiríamos nosotros en su lugar? –Suspiró Clarissa. –No sabéis lo que es sentirse diferente, que la gente os mire raro por no ser como ellos, que te traten de otra forma…–unas lágrimas cayeron por sus mejillas. Se las secó con una mano y salió corriendo de clase.

Por fin las clases habían terminado aquella mañana. La profesora se marchó, pero Clarissa y Paula fueron rápidamente al principio de la clase para hablar con sus compañeros. Esperaron a que estos aguardaran silencio para poder comenzar a hablar.
–Queremos aviaros, que hemos decidido, nosotras y otros compañeros de clase, que mañana nos pondremos un pañuelo en la cabeza en protesta por lo de Nadima de esta mañana–dijo Paula con una sonrisa. –Así que aquellos que queráis mostrar su apoyo, ya seáis hombres o mujeres, hacedlo también, muchas gracias.

Ambas se marcharon y todo el mundo empezó a dispersarse.
Carla se acercó al baño del instituto antes de irse a clase. Tras salir del servicio, se lavó las manos. Cogió un trozo de papel para secarse, cuando escuchó algo en otro de los servicios. Parecía un llanto. Cuando vio que aquella persona iba a salir, se escondió en otro de los servicios, y desde allí vio a escondidas, de quien se trataba: era Nadima.

Al día siguiente tenían clase a primera hora con doña Carmen. Cuando esta entró con sus particulares ropas oscuras miró fijamente a sus alumnos.
–¿Qué es esto? –dijo seriamente y enfadada.
Nadie respondió.
–¡Quítense esos pañuelos de las cabezas ahora mismo!

Unos doce alumnos, entre chicos y chicas, llevaban pañuelos en sus cabezas. El resto no llevaba nada.
–¿De quién ha sido esta “maravillosa” idea? –preguntó la profesora.
–Mía, doña Carmen–se levantó Clarissa.
–Y mía también–se levantó Paula.
–Pues vais a estar expulsadas de clase–sonrió con sarcasmo. –¿A que ahora no pensáis en poneros esas cosas en la cabeza? Aprended de vuestra compañera Carla–dijo señalando a la joven.
–Gracias profesora–se levantó de su asiento y miró hacia Clarissa y Paula. –Paula, mientras tú y tu amiga Clarissa les decíais a nuestros compañeros de clase lo del pañuelo, yo emplee toda mi tarde en algo más productivo.
–¿Ah, sí? ¿Y en qué? –se levantó Ángel.
–En convocar para las 9 menos cuarto, o sea, dentro de 5 minutos, una reunión de todo el instituto en el patio. –Cogió un pañuelo de su mochila y se lo colocó en la cabeza –para defender a nuestra compañera Nadima, que por cierto, eso significa Nadima. –dijo con una amplia sonrisa y se acercó a los tres. –¿Bajamos? –miró a Clarissa
–¡Bajamos! –sonrió esta.

Más de 300 personas se encontraban sentadas en el patio del instituto San Damián. Todas ellas llevaban consigo pañuelos en la cabeza. A las nueve en punto todo el mundo empezó a exclamar lo mismo: ¡El respeto es mi religión, el respeto es mi religión! Todos al mismo son.

Roberto y otros compañeros se quedaron en clase con doña Carmen tomando apuntes.



lunes, 12 de diciembre de 2011

Capítulo 1: Yo no soy superficial.

Capítulo 1. Yo no soy superficial.







Una chica alta entró en clase. Llevaba una mochila azul marino colgada de un hombro. Caminaba a paso firme. Un chico se le acercó.
–¿Eres la nueva, verdad? –preguntó el joven.
–Sí, soy Clarissa, encantada–se presentó ella.

El joven la contempló por unos instantes, primeramente se fijó en su cabello castaño recogido en dos trenzas y sus pobladas cejas. Al recorrer su cara se quedó mirando sus enormes gafas, y bajó rápidamente la vista hacia su vestimenta. Llevaba los pantalones de un chándal lila con una camiseta de manga corta blanca con rallas lilas en las mangas. Después se fijó en sus deportivas blancas.

–¿Qué sucede? –preguntó Clarissa al sentirse tan observada.
–Vah, da igual, te lo contaré. ¿Sabes a quién conocí la semana pasada? ¡A Rebeca Robles! Es la chica más maravillosa del mundo. ¡Y hable con ella y todo! –empezó a explicar con total entusiasmo.
–Oh, no. Ya empieza con la dichosa historia otra vez–dijo una voz femenina a la espalda de Clarissa.
Clarissa se dio la vuelta para ver de quien se trata.
Era una joven de melena castaña y ojos verdes. Calculó que debía de medir un metro setenta aproximadamente. Observó sus vaqueros azules y su camiseta naranja con el dibujo de una chica. Llevaba zapatillas de deporte color naranja
–Hola, soy Paula, y este que viene por ahí, es Ángel.
El otro joven se acercó.
Ángel era un chico mediano de pelo negro estilo surfero. Llevaba unas gafas de pasta negras como sus ojos. Clarissa observó los pantalones vaqueros azul clarito y el polo rojo. Lleva unas zapatillas de deporte rojas las cuales una tenía el cordón desatado.

–Hola, yo soy Ángel, tú debes ser la nueva, ¿verdad?
–Sí, más conocida como Clarissa–bromeó y después le dio dos besos. –Encantada.
–Bonitos ojos-dijo Ángel. –Me encantan los ojos azul cielo.
–Pensaba que te gustaban los verdes esmeralda, como los míos–Paula hizo pucheros a su amigo Ángel.
–Sabes que me encantan tus ojos, y todo lo demás–sonrió él.
–¿Te sientas con nosotros? –le preguntó Paula a Clarissa sonriéndole. –Hay un hueco libre. La chica que se sentaba con nosotros hace tiempo que no viene.
–Vale.

Los tres caminaron hacia donde se sentaban Paula y Ángel. Se encontraban en la penúltima fila de la zona izquierda, al lado de los enormes ventanales que había en clase.
–Menos mal que hemos llegado a tiempo–dijo Paula sentándose en una esquina–el chico con el que hablabas, Roberto, es insoportable.
–Lleva toda la semana contando a todo el mundo que ha conocido a Rebeca Robles. Tenemos la cabeza como un bombo–Ángel se sentó al lado de Paula y Clarissa se acercó a la tercera mesa, que daba al pasillo de la clase.
–No Ángel, aquí va Clarissa.
–¿Qué más da? –preguntó él.
–Da igual chicos–sonrió Clarissa.
–Que no. Que tú te sientas en medio, que para eso era la nueva–insistió Paula.
Ángel finalmente cedió su sitio a Clarissa. Siempre se había sentado al lado de su mejor amiga desde la infancia, y aquello le había molestado un poco. Pero pronto se le pasó, entablando una nueva amistad con la muchacha que había llegado nueva al instituto Monte Verde.

La clase de literatura, con doña Carmen, una mujer de 35 años pero que por su vestimenta de trajes oscuros, de cuellos altos y faldas largas hacían que aparentase más mayor, acabó para el alivio de muchos. Aquella mujer, según decían, tenía un aspecto siniestro, sobre todo cuando iba con un moño recogido en el pelo, lo que hacía, según algunos, que pareciera una mujer de otra época.
–Pues parece maja-dijo Clarissa a su compañera Paula. –Algo seria, eso sí, pero bastante maja.
–A mí me parece muy siniestra…–Paula negó con la cabeza. –Me da malas vibraciones.
–Suspendió el año pasado con ella–aclaró Ángel.
Roberto se acercó a Clarissa con sus ya vistos anteriormente aires de superioridad.
–Perdona…nueva…–ella le cortó con un gesto de mano cuando este empezó a hablar.
–Clarissa, me llamo Clarissa. Dime–seguidamente hizo un gesto para que prosiguiera.
–Te iba a terminar de contar sobre cuando conocí a Rebeca Robles, hasta que estos dos pelmas aparecieron–dijo haciendo referencia a Ángel y Paula.
–Es que llevas una semana contando la puñetera historia–se quejó Paula. –¡Ya se ha enterado todo el instituto!
–Lo que tienes es envidia de que yo haya conocido a una famosa y tú no–sonrío con sarcasmo.
–Uf, una envidia que te cagas–le espetó ella. –Vete con tus amiguitos, que ellos sí te aguantan–dijo con rintintín.
–Vah, paso de ti–después se dirigió nuevamente a Clarissa. –Si quieres saber más, estaré con mis colegas en el banco que hay enfrente de la fuente de la parte de atrás del patio, adiós. –Y dicho esto, se marchó de allí. En la puerta le esperaban varias personas.
–Que mal me cae, madre mía–dijo Paula poniendo cara de asco.
–Muy inteligente no es que parezca–negó Clarissa.
–Para nada lo es–sentenció Ángel mientras sacaba un bocadillo de su mochila. Lo abrió.-Uhmmm Es de jamón serrano.
–Estoy cansada de que todo el mundo se fije en el físico–protestó Paula mientras se comía un donuts de chocolate. –Es un asco la superficialidad.
–Y que lo digas, menuda sociedad en la que nos ha tocado vivir–se quejó Clarissa mientras daba un bocado a su sándwich de jamón york.
–No comprendo por qué la gente no se fija más en el interior de las personas. Yo busco alguien que me quiera, que me de cariño, me escuche, me sea fiel, me haga ser feliz…–a Paula se le iluminaban los ojos mientras lo decía.
–Nena, baja de la nube, que tíos así no existen–intervino Clarissa.
–Nadie dijo que me refería a los chicos–dijo echándole una mirada sarcástica para luego añadir–al final vas a tener algo de superficialidad.
–Yo…lo siento…–se disculpó Clarissa.
Paula empezó a reír.
–No pasa nada. No me voy a enfadar por eso. Vivimos en una sociedad donde todavía creemos que por obligación los hombres y las mujeres deben estar unidos…–suspira. –Queramos o no, todos tenemos algo de superficialidad… Bueno yo creo que soy la única que no. –Ríe satisfecha.

En ese mismo instante, Paula se quedó mirando a tres chicos que se habían quedado también en clase en el recreo. Estaban mirando muy concentrados una revista. Paula se levantó y se dirigió hacia ellos.
–Perdonad, ¿es la revista Men de esta semana? –dijo señalando la revista.
–Sí, Paula, ¿por qué? –preguntó un chico que llevaba una especie de cresta en el pelo.
–¿En la que sale un desplegable de Jennifer Pastor? –Preguntó abriendo con los ojos como platos.
–Aja…–afirmó él y ella se la arrebató de las manos para encontrar la página.
–¡Joder! ¡Está buenísima! –exclamó mientras no dejaba de mirarla. –Me la llevo un momento…al baño. –Sonrió con picardía y entusiasmo.
–Cómprate tú una–protestó el chico.

–¿Y quién era la que no era superficial? –Preguntó Clarissa desde su asiento.
–Bueno, un desliz superficial lo tiene cualquiera…–dijo poniendo ojitos y seguidamente salió de la clase con la revista.
–¡Ey mi revista! –se quejó el chico de la cresta.
–Otra vez…–protesta otro del grupo que estaban viendo la revista.

Ángel suspiró mientras jugaba con una bola de papel de aluminio que antes de devorar el bocadillo había servido para envolverlo.
–¿Qué debo hacer para que se fije en mí?
–¿Quién, Paula? –preguntó sorprendida Clarissa y él asintió con la cabeza afirmando la pregunta. –Pues lo veo negro… Para que se fijase en ti deberías de tener un buen par de peras, y no tener nada entre las piernas.
–Ya…–dijo suspirando. –Ojalá no solo le gustasen las mujeres…–volvió a suspirar.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Prólogo: ¿Me sigues?

Prólogo.




¿Me sigues?






Nueve de la noche, y una joven de cabello largo y castaño, camina a paso firme por una concurrida calle de Madrid. Lleva consigo una bolsa de “Shoups” una de las marcas de moda juvenil más conocidas. Sus pasos son firmes y acompasados por los tacones. La gente la observa y sonríe al verla pasar. Varios chicos miran embobados su esbelto pecho cubierto de una camiseta rosada y una chaqueta negra de cuero. Después bajan su mirada a las largas y finas piernas recubiertas por unas medias a juego con el color de su piel. Los shorts marrones que lleva marcan a cada paso una cintura estrecha que no dejan de contemplar. Las chicas que pasan señalan sus sandalias marrones de tacón, mientras murmuran que quieren unas igual.

La joven tuerce una calle para dirigirse a otra avenida. Es curioso que en apenas un par de minutos, se pueda pasar de una calle concurrida de gente, a otra con dos o tres personas. De pronto un chico se acerca. Se trata de un joven de su edad aproximadamente. Rebeca contempla su enorme figura, debe medir 1´9 metros aproximadamente, calcula, además observa que está bastante fornido y musculoso.

–¡Hola! –exclama el joven con una sonrisa de oreja a oreja.
– Hola… –saluda la joven con una sonrisa cortés. Observa sus cabellos negros de punta.
–¿Eres tú, verdad? –pregunta sin dejar de mantener su fiel sonrisa bobalicona. Lleva unos vaqueros azul marino con una camisa de cuadros rojos que le hace atractivo.
–Dependiendo de a quien te refieres, soy yo o no –sonríe dulcemente y se arremolina con un dedo un mechón de pelo.
–¡Eres Noelia! La protagonista de “Misión Escarlata”. ¡La mejor serie de España! –se le iluminan los ojos mientras habla, sin perder detalle de la cara de la joven.
–Bueno, digamos que Noelia es el personaje que interpreto, yo soy…-empieza a decir la chica, intentando mantener la sonrisa.
–Ya, ya se que Noelia es de quien haces en la serie. ¡Eres Rebeca Robles! Joder… Es increíble que seas tú –dice emocionado mientras la mira de arriba hacia abajo.
–Sí, eso parece, soy yo-dibuja en su cara media sonrisa.
–¿Y dónde vas por esta calle? ¿Vas a ver a tus amigos de la serie? –pregunta con curiosidad.
–Que va, me voy a mi casa. Es tarde ya…–suspira.
–¿Sabes que te sigo en twitter?
–Que bien, muchas gracias.
–Soy tu seguidor 573, ¿lo sabías? Te sigo desde hace tiempo ya… ¡¡¡Porque ya tienes casi 20.000 seguidores!!! Es increíble a ver sido uno de los primeros…
–Gracias… Bueno yo…
–Sí, ya no te interrumpo más, que te tendrás que ir. ¡Ha sido un placer hablar contigo! Sigo estando que no me lo creo. ¡Estoy hablando con Rebeca Robles! ¿No es alucinante?
–No, se, soy una chica normal y corriente, nada más…–dice algo abrumada.
–Sí, sí, pero es que estoy alucinando… Bueno, espero verte otro día, guapa.
–Vale…–mira su reloj.
–Oye, ¿me sigues?
–Vale, como tú quieras-sonríe Rebeca.
–¡Adiós guapa! –el joven empieza a caminar. Cuando lleva un rato se para en seco y mira hacia atrás, –¿tú también vives por aquí? –dice al ver a Rebeca detrás.
–No, es que me dijiste que te siguiera…-sonríe ella tímidamente.
–Me refería en twitter –dice mientras empieza a reír. –¡Joder, que bueno! Eres muy divertida, Rebeca –dice sin dejar de reír.
-Lo siento. No suelo seguir a gente que no conozco. No sigo a la gente por el hecho de que me sigan. Espero que lo entiendas –pone una sonrisa dulce.
–Pero yo a ti ya te conozco…
–De dos minutos…–murmuró ella.
–No, no. Te conozco mucho más, ¡por supuesto! Tu color favorito es el lila, te encanta la pizza. Odias las lentejas. Y podría seguir diciendo un montón de cosas más…–sonríe feliz.
–Ya… bueno… encantada de conocerte, ¿vale? ¡Nos vemos! –le dice y se marcha retrocediendo el camino que había hecho al seguirle.

El joven camina hablando solo mientras en sus ojos se refleja una luz de felicidad.
–¡¡¡Me ha dicho nos vemos!!! –grita emocionado, y una mujer que pasa por allí con un carrito de bebé, le mira con mala cara.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Sinopsis y personajes






Sinopsis:

Clarissa, una joven de 17 años, llega nueva al instituto una semana después de que este hubiera empezado. Desde el primer momento entabla una gran amistad con Paula y Ángel, e intentaran luchar juntos, contra algunas injusticias que ven que se producen a su alrededor. Roberto, será su peor enemigo.



Personajes principales:

Clarissa: Es una chica de 17 años que llega nueva al instituto una semana después de haber empezado las clases.
Paula: Se hará amiga de Clarissa desde el primer día. Es amiga desde la infancia de Ángel.
Ángel: Es el mejor amigo de Paula, y también entablará amistad con Clarissa. Está enamorado de Paula, aunque es un amor imposible.
Rebeca: Joven actriz que atrae a las masas.
Roberto: Compañero de Clarissa, Paula y Ángel. Está obsesionado con Rebeca y no soporta a Clarissa.

Aunque estos sean los personajes principales, habrá otros que también cobren protagonismo.